Poemando II

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Huye con su herida de todo o nada. Son esquirlas las que deja el viento.


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No se puede escribir una carta con las ventanas abiertas: todos entran y salen como si de esto se tratase la vida.


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¿Cómo saber, en el desierto, si los álamos dan luz o sombra?


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Algún día han de florecer las palabras que planté una fría mañana de abril.



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Soñé que mi tristeza cabía en la palma de una mano.


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Siempre es tu voz en mi sueño, como una luz que se enciende de a ratos. 


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El perro que duerme junto a mi casa
sabe que la noche tiene los bordes luminosos.



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Ir al fondo del patio y esperar allí, con los ojos callados, la salida de una flor.


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Cada palabra debe ser sacrificada hasta el hartazgo. No debe herirme. Sin embargo, no es así. Mi gran desafío es también ese: desatar lo imposible. No perderme de vista.

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